domingo, 29 de diciembre de 2013

Los Gigantes de Barro

Sábado 28 diciembre

Son las 8.30 de la mañana. Hace frío y el suelo está mojado por el agua caída el día anterior. He quedado pronto con Maverick para que mire mi bici, ya que toque cosas que no debía. (La verdad es que era una excusa para no ir, pero no me dejaron escapar). En un momento arregla la avería y nos dirigimos al punto de encuentro con Milhouse.

En el trayecto, Maverick se da cuenta de que no tiene grabada la ruta y tiene que improvisar. A los pocos minutos llega Milhouse con cara de sueño. Monta la rueda de la bici y nos damos cuenta de todos los compañeros que nos faltan. Maverick nos dice que vamos a hacer una ruta por la Casa Campo. Con la incertidumbre de lo que nos espera, nos ponemos en marcha dispuestos a superar el nuevo reto que nos tiene preparado Maverick. 

Comenzamos a pedalear intentando sortear los charcos de agua que hay por el trayecto, a sabiendas que nos íbamos a poner de barro hasta las orejas. Al poco tiempo nos damos cuenta que Milhouse no está, bajamos el ritmo y le vemos llegar a lo lejos. Le preguntamos "¿qué ha sucedido?" a lo que el contesta “estaba mirando si algo rozaba mi rueda porque me cuesta pedalear”. Con una sonrisa pilla, Maverick y yo nos miramos y reanudamos la marcha.





Es un día gris, con muy poca gente en el camino. El paisaje es muy llano y el aire castiga más de lo que parece. (Vamos que muy desolador). Aun así es lo que hay y tenemos que continuar. Vamos pasando por varios sitios, en los que Maverick nos cuenta anécdotas de cada uno de ellos. Pasamos al lado de la Ciudad de la Imagen, y bajamos una cuesta en la que Maverick nos indica que se llama “la cuesta de la risa”. ¿Y porque la cuesta de la risa?, pues porque al volver nos vamos a reír un montón (Jejeje). Entramos en poblado y después de callejear un poco, vemos la entrada de la Casa Campo. Nos alegra ver un paisaje más verde y más movimiento de deportista. Ahora empieza el gran reto…



Ya en la Casa Campo todo parece más fácil (como se ve a mucha gente, es que no hay peligro). Vamos circulando por caminos paralelos a la vía por donde van los mortales. Recorremos unas pequeñas zetas, con cuidado de no caer al río. Y de repente vemos una gran pendiente. Después de pensarlo un ratillo y ver que el terreno está embarrado, me tiro rezando a los dioses de no caerme. Gracias a ellos consigo llegar abajo sin ningún percance. Después se lanza Milhouse para domar la terrible pendiente. Pero contra todo pronóstico, le vemos descender bajado de la bici. Medio rebozado se levanta de una pieza (desconociendo el alcance de la caída) y se dirige a quitarle el barro a su “pequeña”. Después baja Maverick sin ningún problema. Nos reponemos del susto, y seguimos pedaleando.






Entramos a una zona muy verde y bonita, pero menos gente… Ascendemos por una CUESTA TRAMPA!!!! Es una trampa porque es casi imposible subir, hay tal cantidad de barro que no podemos pedalear. Cada pedalada nos agarra al suelo. Las piernas sufren, las bicis también, tenemos que tirar de ingenio y bajar los platos para subir ligeros. El primero en llegar es Maverick, luego yo y por último Milhouse que ha encallado en el barro. Una vez arriba, nos damos cuenta que vamos montados sobre una bicicleta de barro. Damos unas vueltas intentando encontrar el camino correcto sobre nuestros vehículos que pesan algunos kilitos más.





Volvemos a nuestro sendero disfrutando del paisaje, intentado quitarle el barro que no deja cambiar las marchas. La cadena, se sale a menudo. Bajamos una pendiente, y al subir,  Milhouse se da cuenta que algo falla. ¡¡¡No le cambian los piñones!!! Al mirar, se da cuenta que tiene el cable roto. Y se deduce que es producido por la caída. Maverick decide cambiar la ruta para hacerla un poco más ligera. Y así nos dirigimos al Madrid Río, que aun estando lleno de gente, se aprecian unas vistas muy bonitas.

Volvemos a la Casa Campo buscando un sitio donde repostar. Encontramos un lugar donde hay unas mesas fuera y nos damos cuenta de las aves que están a nuestro alrededor. Brindamos por los logros conseguidos y por la "peazo" tapa que nos pone el camarero (hacemos oídos sordos a lo que nos queda de ruta). Después de un rato me doy cuenta de que me noto algo en el hombro. Me da por comentarlo con mis compañeros sin saber lo que sucede. Y... ¡¡¡¡¡¡PREMIO!!!!!! Una cagada de un pequeño pajarillo (menos mal que era pequeño) que consigue la mofa de los más “pequeños”. 



Y de nuevo, reanudamos la marcha en dirección a la “cuesta de la risa”. Preocupados por el estado de la bici de Milhouse, estamos cerca del mismo para que se vea arropado por el grupo. Pero Milhouse, como si no fuera la cosa con él, pedalea como si escapara de los látigos de su amo. Y así andamos por la ruta, pero ahora de vuelta, llegando a la cuesta de la risa. Pero por suerte, los dioses estaban de nuestro lado. A lo largo de la mañana y con el buen día que ha hecho. La luz parece haber secado un poco el camino y permitirnos (aunque con dificultades) subir con menos sufrimiento del esperado. Voy detrás de Milhouse preocupado (en parte por su bici) para que no se vea solo. Pero parece que la cosa no va con él, y decido subir un poco más liviano. Cuando llego arriba me doy cuenta que estoy solo y faltan mis dos compañeros, que han parado a reparar la cadena de la bici de Milhouse que no para de dar guerra.

Ya, con lo más difícil recorrido (o eso pensábamos). Marchamos a ritmo liviano pero en silencio, vamos notando el cansancio. Menos Maverick, que parece echar de menos a sus compañeros de batalla para retarle, que lanzaba algún órdago en solitario. Y en ese silencio escuchábamos el aire que nos daba de frente y nos frenaba (para no variar en todo el día). Llegamos al pinar y pasamos al lado de un hombre que estaba “plantado un pino” con su perro de compañero. Volvemos por la misma zona por donde Maverick nos contaba las anécdotas de la ida. Y a ritmo rápido  conseguimos llegar a la zona de reunión. Decidimos ir a una gasolinera para poder limpiar las bicicletas del barro acumulado y llegar limpios a casa. Pero como no tenían pistolas a presión, nos despedimos de Milhouse y el resto del grupo continúa la marcha hasta casa. 

Ya en Alcorcón, paramos para limpiar nuestras “pequeñas”. Pero como tengo mucha prisa, dejo solo a Maverick y  me despido felicitándole las fiestas navideñas. Y esperando ver a mis compañeros el año que viene. Así se despiden esta crónica de los tres GIGANTES DE BARRO.

Esta ruta ha sido la última del año 2013. Y aunque con pereza debido al frío y la humedad. Hemos superado un nuevo reto. Y de ahí mi agradecimiento a Maverick, que siempre está ahí para animarnos, proponiéndonos nuevos retos de superación y formando un grupo formidable. Y una mención especial a Milhouse, que aunque con problemas mecánicos,  supera cualquier reto (piano, piano), y no se rinde ante los inconvenientes.

Espero que todos paséis unas felices fiestas, y ¡¡¡¡¡¡NOS VEMOS EL AÑO QUE VIENE!!!!!!

Golfo 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mutantes


Viernes 6 de diciembre


Viernes festivo, y suena el despertador a las 7:00. ¿Cómo es posible que hayamos podido cometer esta insensatez? Pues porque una nueva hazaña nos espera para los selectos miembros de “El deporte da hambre”.

Los elegidos para la gloria esta vez, después de valorar seriamente factores como el madrugón, las inevitables cervezas previas a un festivo, gastroenteritis que te dejan la cara más pálida que la de Iniesta, que el seguro de la hipoteca no cubre defunciones en caso de deportes de riesgo y demás gaitas, somos sólo tres: Sarraceno (líder del evento), Kibuko y Milhouse. Abandonamos la bicicleta y nos aguarda la ESCALADA.

Llegamos a Cantocochino y empezamos en el mismo lugar en que acabamos la aventura (o desventura) de las Zetas: el bar con chimenea (aunque sin la aparición estelar de nuestra amiga vaca). Allí nos juntamos con tres expertos escaladores amigos de Sarraceno y otros dos no tan expertos, Amaya y Pablo, con el gusanillo también de saber a qué sabe todo esto. Los más madrugadores ya han dado buena cuenta del desayuno y planean la jornada. Cuando llegan los últimos, cargamos los bártulos y partimos hacia nuestro objetivo.

Vamos río abajo durante un pequeño tramo, en el que vemos que aunque el día se presenta espléndido, la helada de la noche también lo ha sido. Empieza la subida entre cantos de granito, jaras, retamas y alguna encina. A medida que subimos ya nos va dando el sol en el cogote y empieza a sobrar toda la ropa. En lo alto nos aguarda la mole impresionante de la Tortuga. Como diría aquel, dos palabras: “im prezionante”; o “como un toro”, pero en versión quelónido. Cuando nos acercamos a la pared vemos las numerosas vías que hieren el caparazón de roca. Por otro lado, parece que toda la gente que ha huido de Madrid se ha venido a escalar a La Pedriza. Aquello parece la Gran Vía en Navidad. Un poco más tarde y nos quedamos sin vía.




Atendiendo a la sabiduría de Sarraceno elegimos un camino de nivel 4, apto para nuestra categoría, y para que los expertos vayan calentando. Gracias a ellos tenemos alguna cuerda más que nos permitirá no esperar tanto. Descargamos fluidos para no subir peso a lo tonto y nos ponemos al lío. Los nuevos con una sonrisa nerviosa y los expertos con el ansia de empezar cuanto antes.

Antes de que nos queramos dar cuenta, Sarraceno ya se ha encaramado a la roca y está montando una vía. ¿Y aquella cabra que trepa por ahí? Ah, no, es Mary, que ya tiene preparada otra. Atendemos con sumo interés a las explicaciones de unos y otros, pero en un lenguaje tan sumamente extraño que a lo máximo que aspiramos los nuevos es a poner cara de póker y decir “sí, sí, sí, sí, sí, sí”, cual vasco de Vizcaya. ¿Pero un químico no es un tío que ha estudiado Químicas?





Llega el momento de la verdad y comienza un diálogo de enamorados entre Kibuko, Milhouse y Pablo:
- Sube tú
- No tú,
- No, venga, tú
Finalmente, la persona con más huevos de los nuevos dice: “Subo yo”. Muy bien, Amaya, así se hace. Mientras, los expertos a sus cosas, roca arriba, roca abajo.





La primera prueba de fuego es ponerse los pies de gato (los gatitos en el argot; también va de animales la crónica). Te los pones y se te agolpan los pensamientos:
- Joder, cómo aprietan
- Me va a quedar un muñón
- ¿soy una china?
 Pues esto no agarra tanto como dicen





Los expertos animan a su manera: “Es una escalada muy amorosa”. Nosotros no vemos el amor por ninguna parte.
Cuando te pones el casco y el arnés, te atas a la cuerda, encomiendas tu vida al que te asegura abajo y pones el primer pie sobre la roca, es cuando sufres una mutación completa: la uñas de las manos y de los pies te empiezan a crecer cual transformación a lo “Hombre lobo americano en Londres” (Las de las manos bien, pero las de los pies, con los gatitos puestos, es lo que te faltaba). Por otro lado, te conviertes en un mutante de los X-Men con el superpoder de la adherencia. O eso es lo que se cree tu cuerpo, porque intentas pegar cada centímetro de piel a la pared para ver si se cumple. Y así, cual lapa coruñesa, intentas seguir las indicaciones de nuestro particular Profesor Xavier: “pasos cortos, mirando dónde pones los pies, tranquilidad, apoyando la mayor superficie posible del gatito, pensando donde dar el siguiente paso”. Pero tú no estás para pensar en nada más que en “¿qué coño hago yo aquí? Con lo bien que se estaba al sol tumbado en la roca”. Desde abajo, el profesor Xavier de palo se sigue desgañitando en vano. Mejor sería la telepatía, como el verdadero. En las vías cercanas se oye “Papi, grábame un vídeo”. Jodido niño.




Poco a poco, subiendo tres pasos y descendiendo dos cada vez, se va avanzando por la pared. Se le va cogiendo el gusto a esto. Finalmente se llega arriba. Aunque con las pierninas todavía medio temblando, hay que hacer el signo de la victoria para la foto. La vista es espectacular.

La bajada ya es otra cosa. Confías en el que te asegura (Se supone que el que asegura tiene que dar tranquilidad al otro (¿). Que insensatos son algunos, pues piensan que el juego de manos izquierda-derecha está controlado) y te dejas caer como morcilla de Burgos colgando de una cuerda, y a rapelar. Enseguida se llega abajo.



Da tiempo para una segunda vuelta. Efectivamente, esto también es otra cosa. Ahora te das cuenta que el profesor Xavier tenía razón y te van saliendo sus indicaciones casi solas. A ver si ha desarrollado el poder telepático en este ratito....
Para desmontar el chiringuito Mary intenta, mediante explicaciones técnicas, que uno de los neófitos suba de nuevo por la pared y vaya sustituyendo el material
- ¿me lo repita?
- venga vale, ya subo yo que tengo prisa

A partir de aquí, dispersión. Los expertos se quedan, a disfrutar libres de nuestra lacra, y los novatos nos vamos tan contentos con nuestros nuevos superpoderes. Efectivamente, un espléndido día de escalada.

Milhouse



lunes, 9 de diciembre de 2013

Como los maquis

Domingo 8 de Diciembre
Desde que escuché en el colegio su historia, los maquis siempre han sido fuente de inspiración para mi imaginación montañera.  A menudo me los imaginaba escondidos en el monte, tendiendo emboscadas al bando nacional, sacando el máximo provecho a sus recursos y valiéndose de su profundísimo conocimiento del terreno. Un golpe aquí, y desparecer en la espesura del monte para asestar un nuevo golpe en otra zona un poco mas alejada.
La ruta de hoy ha tenido mucho de esto, y en verdad que ha habido guerreros, o mejor dicho guerrilleros, que han aprovechado la espesura y los vericuetos de las sendas para tender sus emboscadas.  Y como en toda batalla ha habido victimas…
Llegamos al parking de Somontes cuando aún están poniendo las calles. La verdad es que un domingo como hoy hace falta echarle mucho valor para salir de la cama, ponerse las mallas y pensar en dar pedales.  Quizás hablar de entusiasmo deportivo a esas horas sea excesivo, así que para ser honestos digamos que, por mucho que duela, una vez te has comprometido sabes que no hay vuelta atrás. De esta forma, al parking vamos llegando los nueve aventureros.  Somos nueve: Milhouse, Pascual, Podencus, Kibuko, Maverick, Golfo, Javich_Gp, Sarraceno y Peli , que es el último fichaje, y promete dar mucho juego a juzgar por la jornada de hoy. Esto ya empieza a ser un verdadero grupetto.  Atiende Movistar que cualquier día os hacemos un OPA hostil!

 A la llegada, los ánimos están acordes a la temperatura ambiente y de hecho, este es el comentario mas repetido.  Unos hablan de 4 bajo cero, otros dicen que su coche marcaba menos 7... Lo cierto es que hace un frio de mil demonios, y eso en parado. Con las manos entumecidas nos ponemos a montar las bicicletas (en este grupo ninguno somos muy partidarios de los portabicicletas y lo seguimos haciendo a la antigua usanza, rueda fuera, asientos abatidos y para adentro). Javich_Gp en un alarde de eficiencia, es de los primeros en montar la burra y decide darse una vueltecilla por el parking para comprobar los ajustes. El resultado es agridulce. Los ajustes parecen estar en orden, pero el frio al moverse es de escándalo.

Apremiados sutilmente por Maverick,  los demás vamos completando nuestro ensamblaje y al poco estamos dispuestos. Nos hacemos una foto de rigor, y la verdad es que parecemos guerrilleros de verdad. Bragas, gorros, mallas…, no hemos escatimado en equipación. Estamos guapos, pero guapos, todos…Los flashes y el foco no obstante, se los llevan los botines de Maverick. Yo no veía tanta aerodinámica, tanto diseño y tanto glamour desde que Rapel se puso en tanga en un reality de la tv. Bromas aparte, al poco de empezar a rodar, todos hubiéramos suplicado llevar unos botines similares, tanto en los pies como en las manos. En esas primeras pedaladas, comandados por Kibuko, el frio es como una manta de hormigón que cae sobre nosotros. Nos afixia, nos deja sin tacto en las manos y sin fuerza en las piernas. Golfo que va con guantes cortos se mira de vez en cuando las manos para contarse los dedos. Yo que llevo guantes polares, lo miro con asombro mientras trato de cambiar los piñones sin saber si lo estoy logrando.  Nadie dice ni mu.
Kibuko lleva un pedalear alegre (que va a ser tónica general durante toda la jornada), y negocia con brío las primeras cuestas. No son mucho, pero a mi se me antojan como muros. Me duelen hasta las pestañas. No obstante subimos uno, bajamos y volvemos a subir otro.  Kibuko ha empezado fuerte, demasiado…y en un derroche de estrategia le hago ver que su sillín está muy bajo. Como venimos de estar escalando y allí no le quedó mas remedio que seguir mis instrucciones, no rechista, y decide parar a regular el sillín. Esa pausa es silenciosamente festejada por todos. El sol va ganando fuerza por instantes, y aprovechamos para recuperar un poco la respiración y la comunicación con nuestras extremidades.
A continuación empieza lo bueno. Ya con el sillín en su sitio, Kibuko demuestra estar en su terreno, y la intrincada senda no es obstáculo para que ponga una buena velocidad de crucero. En una endiablada secuencia de trialeras, raíces, descensos y rampas empinadas junto al muro del Pardo, sus ruedas no trazan un recorrido, definirlo así sería demasiado pobre, se deslizan con la misma rapidez y precisión que el florete de un campeón de esgrima. Podencus que ha empezado sus peculiares labores de marcaje, no tarda en comenzar a sufrir para tratar de seguir la rueda. Yo a Kibuko logro verlo un instante, y medio segundo mas tarde desaparece en una curva cerrada que da inicio a un descenso. Ahí le veo otro segundo antes de que desaparezca en una curva de derechas. Podencus cede definitivamente. Muestra cierta querencia por engancharse en la maleza, y eso le resta segundos en su persecución.  La senda es espectacular, pero traicionera, y no perdona los fallos, cualquier duda en el desarrollo o en la trazada hace que frenemos en seco, arrastrando en ese error a los que vienen por detrás.   En varias ocasiones, se producen parones que a punto están de terminar con alguien en el suelo.  Afortunadamente para todos, tras un rato de perseguir sombras pintadas en el aire por el guerrillero Kibuko (secundado por Peli que también conoce la zona), llegamos a una de las puertas del muro, donde el camino se ensancha y paramos.  Maverick aprovecha para rezongar un poco. Haciendo honor a su apodo, el conjunto de piernas y bici que pilota es un avión,y como tal, necesita amplias pistas de despegue y terreno despejado. Pero a estas alturas de la ruta ya ha comprendido que hoy el asunto va de guerrillas y monte cubierto.

No todo el mundo opina igual, y Milhouse hace patente su agrado por estas pistas, al igual que Peli,  y Golfo, quien a su faceta ya conocida de consumado  experto en descensos, añade su confirmación como veterano de este tipo de terreno. Javich_GP también está disfrutando del terreno, aunque al ir en la parte trasera del grupo, ha ido sufriendo los sucesivos parones ocasionados por las emboscadas del terreno.
Continuamos con un ascenso trabajado. Kibuko no cede y sigue llevando la batuta. Podencus se toma un respiro, y son Peli y Golfo los que le acompañan. No es hasta un poco mas adelante, en una zona donde la senda se transforma en amplio camino, cuando Máverick se asoma por la parte delantera. Olvidando las molestias de su reciente purgado de cañerías, lanza uno de sus característicos ataques, pleno de potencia y de ansiaviva. Podencus, salido de vete tú a saber donde, se pega como una lapa a su rueda jaleándose a si mismo. Servidor, amigo de estas escaramuzas se une a la pareja.  Al poco Maverik se deja ir, satisfecho de haberse probado las piernas, pero Podencus y yo seguimos entre risas, ignorantes de otra de las argucias de los maquis habituales de estas rutas, a saber: no decir el camino correcto en cada cruce hasta que no llegan ellos al mismo. Obviamente, la ley de Murphy nos empuja hacia el erróneo, y de repente, tras el aviso del grupo, nos encontramos emulando a Amstrong, atrochando por el prado mientras tratamos de retornar a la ruta correcta.

Esta secuencia se repite en varias ocasiones con diferentes protagonistas, pero con un denominador común, Maverick, y sus ataques de planos de ansiaviva. En cada una de esas ocasiones, Kibuko y Peli observan pacientemente como al llegar al cruce, los escapados toman el camino incorrecto,  pero no les avisan hasta cuando llegamos el resto, y tomamos el rumbo correcto. Sabiduría la de estos maquis, que consiguen de esta forma desgastar a Maverick y que su cuentakilómetros se siga aproximando a lo que para él es una ruta “de verdad”. Unos fieras, insisto.

Trazando y rodando llegamos hasta las proximidades del pueblo del Pardo, donde dejamos la carretera a nuestra mano izquierda para remontar el borde de un pinar. El camino se empina nuevamente, y el grupo aguanta bastante bien.  Al llegar arriba, no obstante, a alguien se le ocurre parar, otro aprovecha para hacer sus necesidades.., y de repente, sin haberlo decidido, estamos todos tirados en el suelo.  Ahí al solecito hacemos nuestra parada. Podencus aprovecha para hacer de Patricio, y por delante nuestro desfilan varios Labordetas locales.










Tras el piscolabis, reanudamos la marcha. El breve refrigerio, y la pista descendente obran milagros sobre el estado de ánimo de todos. Vamos alegres negociando las trialeras. En una de esas, se oye un breve sonido, y un rumor “Pascual se ha caído”. Chillidos para avisar a los de adelante, frenazos y desandamos el camino. Afortunadamente Pascual está bien. Es tan discreto y elegante, que no suelta prenda sobre la caída. Ha sido poco, y todo está en orden. Lamentablemente el cronista de esta ruta no llegó a tiempo de ver nada, y los intentos de pesquisas periodísticas se han topado con un muro de silencio solidario. El testigo más próximo a la caída ha sido Peli, pero no sabe no contesta. Así que poco mas puedo reflejar excepto la confirmación de que Pascual es discreto hasta al caerse. 

Seguimos la ruta por el parque cercano al Manzanares (un ¡no hay huevos! a punto está de lograr que vadeemos el rio), y como vamos bien de forma, entre timbrazos de Maverick que asustan a todos los peatones que se le cruzan por delante, vamos decidiendo realizar una subida al cristo del pardo. La respuesta es afirmativa de forma unánime, bueno, quizás Kibuko, muestra algo de reticencia, y es que como buen maqui, rehuye del terreno asfaltado y abierto. No obstante cede al impulso general, y comenzamos la subida.
Aquí el relato se descompone. La subida es de cierta entidad, venimos de la espesura del monte, y tanto espacio se nos hace raro, quizás por eso todo es un poco confuso. A ver como negocio esta secuencia….
Podencus ha llegado a su terreno. Subida empinada, con gente en las aceras, coches en la carretera,.. Está en su salsa vamos. Primero se pone en mitad de la carretera al grito de “mirad cómo me abro para controlar, mirad cómo me abro” Nosotros le miramos claro, y también le mira el conductor de un coche que nos quiere pasar, que le transmite su opinión acerca de esa exhibición en forma de sonoro pitido del claxon. Podencus se cierra sobre el arcén justo por donde yo voy, así que para no caernos, me subo a la acera, que está empedrada y empiezo a dar botes por ella mientras por delante, Golfo ataca llevándose a su rueda a Maverick.  Podencus me mira extrañado como diciendo “Tú por que vas por ahí?”, y me reta a que salte, pero yo bastante tengo con no caerme y seguir circulando por la acera, así que es Milhouse el que como quien no quiere la cosa , se pone a la altura de Golfo y Maverick. El resto peleamos la subida cada cual como puede, pero a poca distancia del grupo delantero. Sólo Kibuko, languidece fuera de sus matorrales y cede algo mas de terreno.  Me uno al grupillo de cabeza, nos pita otro coche. Maverick, el espantapeatones , se queja : “yo no se por que tienen que pitar” y un hombre que va caminando por la acera le contesta: “para no pillarte majo”. Maverick le contesta algo, pero por lo bajini, y espoleado por Podencus (yo creo que hubiera podido subir de los primeros si no fuera porque la mitad de la fuerza la ha destinado a ir chillando voz en grito "cógeme los puntos de la montañaaaaa, cógemeloooooss") esprinta hasta el final de la carretera, pasando a Golfo que ha llevado el peso de la ascensión en las rampas mas duras. El resto esprintamos también, deseando terminar la agonía. Ha estado bien la subida la verdad. Allí nos agrupamos, comentamos la jugada de Podencus, y nos echamos una fotillo.





   
 No hay jabalíes a la vista, al menos de los de cuatro patas, y tampoco los ciervos están por la labor de acercarse, por lo que tras la foto, iniciamos un breve pero intenso (64 km/h) descenso, que nos lleva hasta la carretera que va desde El Pardo a Madrid. Por una senda paralela a ella, nos acercamos, sin mas novedades, hasta el punto de inicio de la ruta. Allí, Javich_GP se excusa por tener que irse corriendo, pero el resto nos quedamos un ratillo mas, aprovechando para comentar la ruta mientras nos refrigeramos con bebida isotónica ligeramente fermentada (aun no sabemos el alcance de este blog, por lo que de momento queremos seguir dándonoslas de deportistas, pero vamos que si, que lo de las fotos es cerveza en vasos bien grandes...).






En conclusión, una mañana bien fría que ha dado paso a un día espléndido para la bicicleta. La ruta muy muy bonita, y un mensaje muy claro a tener en cuenta para próximas excursiones. En cuanto el camino se estreche,  haya recodos y matas, cuidado con los maquis (Kibuko, Peli y Golfo) que están ahí agazapados y se las saben todas. 
Gracias Kibuko! Gran ruta!

Sarraceno