viernes, 28 de julio de 2017

Midi D’Ossau: Un grande entre los grandes

26-27 de Junio


Tras unos cuantos vaivenes en la preparación del viaje de este año y con tres bajas sensibles con respecto al año pasado, finalmente se produce el casi reencuentro de la expedición Toubkal 2015: Milhouse, Chico, Sarraceno y un servidor (Kibuko). ¡Nos falta Pirenaico para juntarnos de nuevo! Y aunque siempre se dice que segundas partes nunca fueron buenas, en este caso el objetivo vale la pena: el Midi D’Ossau. A pesar de no formar parte del club de los 3.000 (2.884m), es una de las cimas más emblemáticas de los Pirineos por su color negro y su forma piramidal debido al origen volcánico y, quizás puede que sea la montaña más individualizada, singular y fácil de identificar de la cordillera.

Todo esto, unido a la dificultad de su ascensión marcada por las tres chimeneas que hay que trepar y destrepar, la convierten en un preciado tesoro a alcanzar para todos los alpinistas pirenaicos.

Así que, el lunes 26 de junio, nos juntamos los 4 aventureros en El Portalet. Sarraceno y Chico, llevan unos días de adelanto, visitando nada menos que el Balaitus y la Aguja del Portalet, pero no parece que el cansancio haga mella en las ganas de continuar. Milhouse y yo venimos del “calorcito” de Madrid con muchas fuerzas.

Las nubes nos impiden divisar nuestro objetivo desde El Portalet y nos quedamos con las ganas, pero al final más adelante podremos contemplar y pensar detenidamente en el monstruo al que nos vamos a enfrentar.

Tras las cervezas de reencuentro y unos buenos bocadillos, nos ponemos en marcha. Dejamos los coches en el parking de la Cabane de l'Araille, patrocinados por “Les Blues” y armados con nuestros bastones y unas ligeras mochilas (ya hemos aprendido después de los 15 kg que subimos cada uno al Posets el año pasado) comenzamos la ruta hacia el Refugio de Pombie, donde pasaremos la noche. En ese momento pensábamos que sería tranquila y reparadora…


La ruta desde el parking al refugio es de unas dos horas, en las que hay que alcanzar el Collado de Soum de Pombie, desde el que sí podemos observar nuestro objetivo y un poco más abajo, justo al pie del Midi, el refugio. Llegamos en una hora y tres cuartos, poniéndonos al día de las aventuras pasadas y pensando en el día siguiente. Descansamos, cenamos y ¡a dormir! Que al día siguiente hemos decido levantarnos a las 5.30 para aprovechar el día.







Una vez dentro de los sacos sábana, descansando plácidamente sobre nuestra litera, se oyen unos llantos… Qué pasa, qué pasa. Se pregunta Sarraceno. Rápidamente identifica que provienen de mí… que a saber lo que estaba soñando. ¡Seguramente estaría adivinando lo que se nos venía encima! Pero de repente,… ¡Un oso comienza a rugir desde dentro de la habitación! ¡Rápido!, ¡socorro!, ¡salid de la habitación!... Ya os imaginareis los ronquidos… Lección aprendida: ¡a los refugios hay que llevar tapones!

5.30. Suena el despertador. No hemos dormido mucho (algunos, otros como si estuvieran en su casa), pero llega el gran día. Desayunamos, preparamos todo y nos ponemos en marcha. La idea es subir por la vía normal, por lo que atravesamos unos canchales, formados por la lengua del antiguo glaciar, hasta llegar al Collado de Suzon, con nuestro objetivo siempre a la vista. Desde el collado tomamos un sendero de subida hacia el este, que discurre por medio de una arista, ya en dirección a la primera chimenea. Llegamos a la base de la primera chimenea y nos equipamos adecuadamente: casco y arnés; por lo que pueda suceder.




La primera chimenea es la más complicada de todas, con un paso de III+. Sarraceno, nos da las instrucciones pertinentes y encabezando el grupo comienza la primera trepada del día. Le sigue Milhouse, que mantiene sus dudas sobre la ruta elegida, detrás Chico y en último lugar yo mismo. En cuanto se ve trepando, Milhouse coge confianza y supera sus dudas iniciales. Chico y Sarraceno están en su medio y, sin confiarse ni perder la concentración, superan la chimenea sin problemas. A mí, el último paso de la chimenea me pone en mi sitio. Llevo tres meses sin escalar por una pequeña lesión en la mano y se nota, pero llego arriba con la ayuda de Sarraceno.






A partir de ahí, seguimos subiendo rodeando el pico por su lado este en busca de la segunda chimenea, en teoría con menos dificultad. Tras superar la segunda chimenea, continuamos por el sendero marcado con hitos hasta alcanzar la tercera. Las vistas son verdaderamente impresionantes y las ganas de llegar a la cima no paran de aumentar.







Llegamos a la base de la supuesta tercera chimenea y empezamos a subirla. En principio, esta es la de menos dificultad. Luego veremos que no subimos por la verdadera chimenea, pero los hitos estaba allí!

Una vez todos arriba, tenemos que atravesar una pedrera que ya nos llevará hasta la cima. En el camino vemos la Cruz del Portillón, que marca el final de la tercera chimenea, así que ya sabemos por dónde deberíamos haber subido. Un pequeño destrepe y una última subida nos llevan hasta la mítica cima del Midi D’Ossau!!!! ¡¡Mitad del objetivo conseguido!! Hay que bajar sanos y salvos.















El paso de las nubes nos va permitiendo ver poco a poco las vistas y por donde nos hemos movido. El patio de las paredes por la que suben los más avezados escaladores es impresionante. Cuando estás en la cima entiendes por qué merece la pena.

Decidimos reponer fuerzas en un lugar un poco más resguardado, así que bajamos de la cima unos metros. La bajada por el pedregal se hace sin problemas hasta llegar a la tercera chimenea, que bajamos destrepando con mucho cuidadito y sin incidentes.







Al llegar a la segunda chimenea decidimos bajar haciendo rappel. Sarraceno baja el primero, mientras Chico prepara a Milhouse para su primer rappel… No puede bajar más tenso, ¡pero llega al final de la chimenea como un campeón! Una vez todos abajo… ¡¡comienza a granizar!! ¡Qué suerte! Y no contentos con esto, al recoger la cuerda se engancha y Sarraceno tiene que volver a subir… Cosas del directo.







Ya sólo falta la última chimenea, que bajamos también haciendo rappel rápidamente y ya sin granizo de por medio.

Una vez aquí, nos queda volver al refugio, recoger las cosas y llegar hasta el Portalet en donde hemos quedado con dos grandes que comienzan su Tour de Francia particular ese mismo día: Maverick y Podencus.

Recuperamos fuerzas con una buena hambruguesa en el Portalet y empezamos a preparar las siguientes aventuras. Unos continúan al día siguiente con el objetivo de llegar a los Infiernos (aunque la meteorología no acompañará y se quedarán con las ganas), otros planean bicicletear por los puertos más míticos de los Pirineos, y los últimos vuelven a casa tras subir el Balaitus, escalar la Aguja del Portalet y llegar a la cima del Midi D'Ossau. ¡Casi nada!


¡Hasta la próxima aventura!

KIBUKO


lunes, 17 de julio de 2017

¿Quién me ha robado la sombra?

Sábado 24 de Junio

Más vale tarde que nunca o mejor nunca que tarde como querrían algunos, jaja. Me pongo manos a la obra con esta crónica que tenía pendiente desde hace algunas semanas. Los compromisos vacacionales me han exprimido la energía y no he tenido fuerzas ni para escribir.

Bien se podría tratar de un relato propio de esta misma semana. La intención de la ruta era escapar de la flama madrileña buscando, en teoría, un sitio más fresco. La zona se prestaba a ello. Norte de la sierra, bosques de pinos, agua...Pero nadie esperaba que alguien nos hubiera robado la sombra la mayor parte de la ruta. Sí, sí, así de claro. Mucho árbol pero ni una sombra. Aquí bucéfalo estaría la mar de tranquilo.

La ruta prevista salía de la Granja de San Ildefonso para posteriormente alcanzar las cascadas del Chorro Chico y el Chorro Grande. Unos 14 km muy llevaderos con la idea de refrescarnos el cuerpo, aunque al final serán 17.



En esta ocasión estamos de enhorabuena. Como si fueran las Navidades, que se dejan ver una vez al año, hacen acto de aparición Wallet y Alhambra. Una grata visita que esperemos que tenga algo de continuidad. Belice, Gaia, Berme y Eska completan el grupo.


Salimos desde la plaza de toros de la Granja y en apenas 500 metros estamos pateando por la pista, aunque pronto tenemos el primer percance. El camino por el que continúa la ruta se encuentra cortado por una valla, en la que un letrero nos indica que no se puede acceder ya que es una zona privada. Que no cunda el pánico. Somos gente de recursos. Decidimos improvisar. Miramos el mapa y parece que un poco más adelante sale un camino que bordea la finca. No perdemos nada por intentarlo. Lo único malo es que empiezan las quejas, esta vez por parte de Gaia. Como Mirindas no está, le toma el relevo como quejica oficial. ¡Qué le vamos a hacer!



Al llegar al punto que marca el mapa, encontramos un pequeño acceso próximo al río Cambrones. Unas pobres excursionistas, más perdidas que nosotros, nos preguntan por las Calderas del Cambrones. Nuestra cara es como si nos hubieran preguntado el coeficiente de rozamiento de las alas de un avión a velocidad mach 3 a las 4 de la tarde sobrevolando Barbastro. Tiramos de internet y después de indicarles, decidimos pasarnos también por allí a ver que se cocía. Siguiendo el río, llegamos a una zona de pozas, donde las susodichas no tardan en plantar el campamento y meterse en el agua. ¡Qué envidia!




La zona está muy bien para pegarse un remojón. De momento la ruta tiene su sentido y ni pizca de calor. A veces viene bien perderse. Después del cruce de algún pequeño arroyo y algún tramo de campo a través, enlazamos con la ruta original. Alcanzamos la pista y aquí se acabó lo bueno. A pesar de estar rodeados de bosque, no hay ninguna sombra. Festival de gorras, gorros, agua y sudores. Además, para amenizar la marcha todo es subida, tendida eso sí, pero subida. A la izquierda vamos dejando el valle del Cambrones para dirigirnos a la cascada del Chorro Chico.








El tramo hasta el Chorro Chico se hace eterno. Lorenzo saca el látigo y no queda títere con cabeza. Ni la crema de factor 200 nos libra de los latigazos. El acceso a la cascada no es sencillo. Hay que meterse por unos pedregales rodeados de maleza. En cualquier momento podía aparecer un velociraptor para devorarnos. Aunque temíamos más a las garrapatas.



 

Tenemos la intención de comer cerca de la cascada para así refrescarnos, pero no hay ninguna sombra. ¿Qué pasa en este sitio? ¿Huyen de nosotros? En cierto modo lo entiendo... Media vuelta y a comer al lado de unos pinos de aspecto dudoso que había por allí. Aprovechamos para reponer energía, que con estos calores en cualquier momento nos podemos quedar pajarracos.



Por suerte la cascada del Chorro Grande está cerca y el camino es cuesta abajo, así que a pesar de tener la tripa llena, el trayecto se hace llevadero. Llegamos a la cascada, pero pensamos más en remojarnos que en ver la caída de agua. Estamos deseosos. Encuentro un pequeño acceso en la parte baja de la cascada para poder meter los pies, y nos lanzamos como el que encuentra un billete de 50 euros (más grandes no existen, que no os engañen). Parece que no hemos visto agua en la vida. ¡Qué cuadro! Wallet está en su salsa. Incluso se permite subirse a lo alto de la roca cual Tarzán. Berme nos mira desde la distancia. No se quiere remojar. No sabemos si es porque le da alergia el agua o porque empatiza con los animalejos acuáticos y no quiere infectar el agua con los efluvios de sus pies. La verdad es que sienta de lujo y nos quedamos como nuevos.













Ya sólo nos quedaba alcanzar el pueblo, a apenas un par de km y cuesta abajo. En la bajada hacia el pueblo nos cruzamos con los participantes de una carrera de montaña de unos 100 km y una burrada de desnivel. ¡Pero muchachos, quién os mandará meteros en esos berenjenales que os vais a quedar mojamutos! Mientras, en el grupo, se oían las súplicas por un poco de coca cola fría o un buen café con hielo. Dada las escasas opciones cerca del coche, decidimos avituallarnos en uno de nuestros puntos clave, Valsaín. ¡Qué bien sienta algo fresco con estos calores! ¡Y aquí por fin sí...a la sombra!


MAVERICK