domingo, 5 de noviembre de 2017

Inolvidable. Le Tour del Hambriento 2017

27 de Junio-2 de Julio


Después de cuatro meses de retraso literario por las perezas de Podencus (no tiene mejor cosa que hacer ;)), tomo las riendas del relato de una de las mejores aventuras del año, y quizás de toda la vida de "El deporte da hambre". Más vale tarde que nunca.

Sinceramente no sé como plasmar en una crónica los días pasados en Francia con Podencus, y más aún, los días previos al viaje. Muchas sensaciones y emociones para un relato de apenas 5 minutos de lectura. Quizá algún minuto más. Me voy a tomar la licencia de extenderme algo más de lo normal. Lo siento por algunos, pero no hay otra manera de expresarlo.

Para explicar este viaje se me viene a la mente Albert Einstein y su afirmación de la relatividad del tiempo. Qué gran verdad. Los días previos al viaje se hicieron eternos y luego los 6 días de viaje se pasaron volando, apenas sin poder saborearlos.



Es increíble poder encontrar a una persona con la que puedas compartir y sentir a la vez una pasión como es el del ciclismo, ya sea practicándolo, como viéndolo y recordándolo. Ya pudisteis ver en las crónicas del verano de 2015 como lo vivimos Podencus ("Aquel niño que siempre quiso ser Induráin")  y yo ("Un sueño cumplido") nuestro viaje a los Pirineos. Es cierto también que el papel lo aguanta todo, y si cualquier buen amante del ciclismo ve un mapa de la zona de los Altos Pirineos, se le hace la boca agua. Rápido nos encargamos de anotar cada uno de los puertos en los que queríamos poner nuestra bandera: Hautacam, Luz Ardiden, Soulor, Aubisque y como no... Tourmalet. Sí, el Tourmalet, el rey de reyes de los Pirineos, vuelve a cruzarse en nuestro camino. Esta vez para que Podencus pudiera vivir lo mismo que yo hace dos años.



Para mí, uno de los mejores momentos, ha sido toda la preparacion del viaje. Veía a Podencus con una ilusión difícil de explicar. Dándole vueltas a todo lo que íbamos a subir y los sitios donde íbamos a estar. Me permití el lujo de que fuera mi conejillo de indias para un plan de entrenamiento, que él siguió muy al pie de la letra. Mucho mérito tiene después de terminar una media maratón en abril, batiendo incluso récord personal.

El viaje no podía comenzar de mejor manera. Quedamos con otra expedición hambrienta en la cima del Portalet, en la frontera con Francia, para darnos un minifestín. Nosotros como bautismo de aventura y ellos casi de despedida. ¡Qué grandes son!.



Lo que más nos preocupaba era el mal tiempo. En plena ola de calor, se abre paso por España y Francia una borrasca que iba a convertir ciertos momentos del viaje en pura épica. Tuvimos que cambiar la planificación de los días e improvisar. Había que aprovechar los pequeños momentos de buen tiempo para poder darle a los pedales. De este modo el primer día abordaríamos la ascensión a Hautacam. Puerto recordado por cómo el gran Miguel Induráin dejó visto para sentencia el Tour de Francia de 1994 y donde en 1996 se hundió ante un "mejorado" Bjarne Riis.





La población de Argeles Gazost fue nuestro cuartel general los días que pasamos en Francia y nuestro punto de partida para la primera ascensión. Lo primero que nos impactó del puerto fue su dureza. No pensábamos que nos íbamos a encontrar estas rampas. Tramos que llegaron a alcanzar el 13%. Menos mal que para descansar ligeramente las piernas, había algún que otro descansillo. Mucha humedad. Quizás demasiada. La carretera va por una zona de bosque hasta alcanzar los 4 km a cima, donde los árboles desaparecen y queda a la vista todo el valle. También se nota que es la primera subida que hacemos y estamos más frescos. 





Después de algo más de hora y media de esfuerzo, alcanzamos la cima de la estación de esquí de Hautacam, pero la carretera sigue hacia arriba 1,5 km más hasta alcanzar Tramassel, salvando un desnivel de más de 1200 m en apenas 16 km. Podencus acaba sin poder pedalear bien. Ha perdido uno de los tornillos que sujetan las calas. Así que como solución de emergencia, le coloco uno de los tornillos del portabidón en las calas. Solución que seguirá presente durante todo el viaje. 










Después de subir toca bajar, y no pudo ser de otra manera, que con lluvia. Esta iba a ser la tónica de todos los puertos que tuvimos que bajar. En todos llovía, con el riesgo que ello conlleva. Primer día en la buchaca y ya pensando en la que se nos venía encima el día siguiente. El Tourmalet.








No hace falta que vuelva a repetir lo que significa para un amante del ciclismo el Tourmalet, sin embargo de todos los puertos que os he dicho antes, seguramente sólo os suene este. Por algo será...

Esta vez salimos desde el pueblo de Campan. La ruta que hice en 2015 con Javich_GP iba a tener muchos km y nos íbamos a resentir durante todo el viaje. Para esta ascensión nos uniformamos a conciencia. Maillot de lunares en un puerto tan mítico. ¡Pero qué grandes somos!. Estoy deseando de empezar y ver las reacciones de Podencus. Para él, como lo fue para mí, esto es algo que llevábamos esperando desde niños. Soñando con poder estar ahí mientras veíamos el Tour de Francia en la televisión.






La ascensión se hace llevadera hasta el pueblo de Gripp. Vienen bien los km previos para ir acostumbrando las piernas. Incluso Podencus se permite chapurrear algo de francés con un paisano mientras subíamos. Lo único en claro que sacamos, era que en el descenso íbamos a pasar frío y que en Tarbes había fiestas. La cosa se puso seria en una curva a derechas que nos iba a situar en las famosas viseras.







El GPS a punto de explotar. Rampas del 11, 12, 13%. Los descansos al 8%. A pesar de ser pendientes más o menos constantes, lo que hace duro al Tourmalet es que durante 12 km los porcentajes no bajan del 8% y los últimos km se hacen por encima de los 2.000 m de altitud. Yo llego algo falto de forma y noto el peso de los km y de los % en las piernas. Podencus va más suelto. Al pasar la estación de esquí de la Mongie quedan aún 4 km. Pero 4 km donde se pierde la vista. Se ve la cima pero los km no pasan. Es una lenta agonía que te lleva hasta la extenuación. A falta de 1,5 km, Podencus se va por delante, y a sufrir toca. Hay que echarle cabeza al asunto y como decía una profesora mía del colegio, hay que apretar el culo y dar pedales.




Cada curva de herradura, tensa la carretera y hace que se claven en las piernas mil agujas. El último km es agónico. Es el km con el mayor porcentaje medio de todo el puerto (10%) con pendientes de 13%. Una tortura. En vez de avanzar vamos para atrás. Encaro la última curva y por fin puedo ver la cima, con Podencus esperando cámara en mano. ¡¡Lo hemos conseguido!! Estamos extasiados. Tanto que apenas notamos los 5ºC que hay en la cima. A Podencus le veo como en una nube. 











Aprovechamos para sentarnos un rato y poder descansar y reponer líquidos en el bar de la cima, lleno de recuerdos en cada una de sus cuatro paredes. Esto no podía faltar. Una vez listos y acicalados, reportaje fotográfico en plan Obregón. Podencus está tiritando de frío. Ni se ha quitado el chubasquero para las fotos. Nos lanzamos rápidamente al descenso, para evitar seguir congelándonos. Como en todos los descensos de este viaje, la lluvia no podía faltar, al igual que un pinchazo en la rueda trasera de mi bici. ¡La épica! 












Paramos a hinchar la rueda en Sainte Marie de Campan. Aprovechamos para fotografiarnos con la estatua de uno de esos héroes pioneros del Tour de Francia, Eugène Cristophe. Pocas estatuas o monumentos hay en Francia a ciclistas que no ganaron nunca el Tour de Francia. Esta es una de ellas. En el Tour de 1913, que tenía casi en el bolsillo, bajando el Tourmalet rompió la horquilla delantera de su bicicleta. Las normas prohibían a los ciclistas recibir ayuda externa, por lo que Cristophe se fue derecho a la fragua del pueblo y ni corto ni perezoso reparó él mismo la horquilla. Esto le acarreó varias horas de retraso y la consiguiente pérdida del Tour, pero logró finalizar en una meritoria séptima plaza. Todo un logro que pone de relieve lo que era el Tour de Francia en aquella época. Ciclismo para héroes.




El gran objetivo del viaje estaba conseguido. Sólo por eso, merecía la pena la expedición. Todo lo que viniera después sería un regalo. Y ese regalo tenía varios nombres: Soulor, Aubisque y Luz Ardiden.








El día vuelve a amenazar con lluvia. En el maillot tenemos ya reservado un bolsillo para el chubasquero, nuestro fiel compañero de fatigas XD. El plan es salir desde casa y ascender los puertos de Soulor y Aubisque. Las piernas y el cuerpo ya van resintiéndose de los días anteriores y, comenzar a subir a balón parado, no ayuda precisamente. 



Después de unos km de subida tendida llegamos al pie del Soulor. 7 km con un 8% de pendiente media nos esperan. Comienza a llover. Preferimos no ponernos los chubasqueros porque habríamos acabado asados. A medida que ascendemos, en las zonas descubiertas, azota un viento criminal. Apenas llevamos 3 km y enfrente nos aparece una rampa del 17% que nos acaba de dar la puntilla. Menudo día de perros y menudo disfrute. Quizá un día soleado y cálido le habría restado gran parte de ese sentimiento que tenemos grabado. A un km de la cima, la montaña se abre y lo que era una fina brisa, es ahora un huracán. ¡Qué manera de llover! Llueve más que el día que enterraron a Bigotes. ¡Qué viento! Alcanzamos la cima y lo único que nos queda, imitando el gesto de otros ciclistas que iban delante de nosotros, es meternos en el bar a buen resguardo.









Estamos empapados. Nos medio despelotamos y bebida caliente en mano, intentamos entrar en calor. Desde este punto, quedan 10 km hasta la cima del Aubisque. Subida tendida por esta vertiente bordeando el circo de Litor. Parece sencillo, pero después del frío, la lluvia, el fuerte viento y el estado de la carretera, hace que por primera vez en el viaje tengamos que suspender una de las ascensiones. Esto nos servirá de excusa para poder volver una vez más a nuestros queridos puertos pirenaicos. 







La bajada del Soulor no está exenta de riesgo. El suelo está muy mojado y el viento no ayuda. Llevamos los guantes cortos de verano y llegamos abajo sin sentir los dedos de las manos y sin apenas poder apretar las manetas para frenar. Aún así alcanzamos los 70 Km/h en una de las rectas. ¡Qué sensación! Lo que nos deja atónitos es que el ciclista que va delante de nosotros lleva una bicicleta...¡¡plegable!! ¡Qué máquina! Después de la ruta nos queda un sabor un tanto agridulce. A pesar de pasárnoslo en grande, hemos tenido que cancelar la ascensión al Aubisque, pero era una locura seguir.

Ya sólo nos queda una ascensión. Una de las míticas a pesar de no tener una larga tradición: Luz Ardiden. En 1985 se ascendió por primera vez, inaugurando el palmarés un gran segoviano de apellido Delgado. Cima española como lo han demostrado grandes ciclistas: Lale Cubino (1988), Miguel Induráin (1990), Roberto Laiseka (2001) y Samuel Sánchez (2011). Incluso se ha subido en la Vuelta a España (1992) donde repitió victoria Lale Cubino. Son 13 km de subida a casi el 8% de pendiente media, caracterizada por sus 33 curvas de herradura. Esta vez la lluvia está a punto de abortar la ascensión. En casa está lloviendo bastante y sinceramente, yo no tengo muchas ganas de montar en bici. No es lo mismo que empiece a llover una vez estás en ruta que comenzar ya hecho unas sopas. Podencus está ansioso. Hemos venido a Francia y ¿vamos a desaprovechar la ocasión? No le cuesta mucho convencerme. Eso sí, en vez de salir desde casa, iremos en coche hasta la base del puerto y desde allí comenzaremos.





Por suerte deja de llover en el momento en que llegamos a la población de Luz Saint Sauveur, inicio de la ascensión. Nos preparamos, metemos la cala en el pedal y comienza a llover. No hemos dado una pedalada y ya estamos mojados. Nos liamos la manta a la cabeza y para arriba se ha dicho. La subida se nos hace larga y para nuestra sorpresa no somos los únicos ciclistas que estamos como una p...cabra. Hay más gente que se aburría en casa y decidieron enfrentarse a los elementos. Panda de inconscientes. A medida que subimos nos metemos en la niebla. Épica total. Rutaza inoxidable.




La cima se encuentra  a 1700 m de altitud y a medida que vamos subiendo va haciendo más frío. Mucho frío. Menos mal que llevamos los guantes de invierno. Afrontamos cada curva de herradura como si detrás de ella estuviera la cima, pero los carteles informativos no mienten y siguen quedando algunos km. El último tramo se hace eterno. Llevamos mucha tralla en el cuerpo y cuesta tirar de él. Logramos alcanzar la cima entre niebla y lluvia. Totalmente desierta. Ni un simple bar para entrar en calor.








Rápidamente nos lanzamos cuesta abajo para evitar quedarnos más fríos. Lo que recuerdo de la bajada, es quizás de mis peores momentos sobre una bici. Imaginad un cóctel con 33 curvas de herradura, lluvia en la cara que apenas te deja ver, el frío, el suelo mojado, una pendiente del 8%, los frenos de zapata de la bici que es como si los del Titanic llevasen parches para tapar el agujero del barco... En algunas curvas tuve que sacar el pie para poder trazar correctamente, como si fuera Valentino Rossi, pero a 20 km/h XD. Llegamos al coche agotados, tanto física como mentalmente, llenos de mierda y tiritando como perretes chicos. Envejecimos 10 años. ¡¡Menuda bajada!! Luego ves a los profesionales tirarse pendiente abajo a 90 Km/h esté el suelo mojado o no. Madre mía. Tuvimos que parar a comprar unas cajas de fideos instantáneos para poder entrar en calor. Eso sí, mereció la pena. Además, esto hará que el descenso de Luz Ardiden sea inolvidable.




Con este último puerto pusimos punto y final al viaje. Una de las mejores experiencias de toda mi vida acompañado de un gran amigo y espero que no sea la última. Una semana de auténtica pasión ciclista. Sí, sólo ciclista, malpensados. Semana pasada por agua pero disfrutada a tope. Subidas, bajadas, pinchazos, averías, emociones...¡Qué más se puede pedir! Por cierto, el tornillo del portabidón en la zapatilla aguantó todo el viaje.








Si habéis aguantado hasta aquí leyendo es que realmente tenéis un Hambriento metido dentro de vosotros y os espero en las próximas aventuras. Abajo os dejo el vídeo de los Puerto Podencus.



¡Nos vemos en las siguientes!

MAVERICK




2 comentarios:

  1. Verdaderamente has transmitido lo que es cumplir un sueño y sobretodo haberlo podido realizar compartiéndolo con alguien que pueda experimentar las mismas sensaciones que tú. Algo tan sencillo pero tan complicado de conseguir. Un gran relato que queda inmortalizado para siempre y cuando pasen muchos años podáis echar mano de él si se disipa en vuestra mente y recuerdo.

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  2. Muchas gracias Macksa. Fue una experiencia única y si me lo propusieran, lo volvería a repetir mil veces. Desde hace unos veranos, soñamos a lo grande. ¿Por qué conformarnos con menos? Nos vemos en los caminos

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