miércoles, 24 de enero de 2018

Los abominables Hambrientos de las nieves

20 de enero


¡¡Estamos de vuelta!! Podemos decir orgullosos que hemos sobrevivido al atracón de comidas, polvorones, roscones y familias, de las navidades. Estoy que no quepo en mí de gozo. Primera ruta del año, un poco tarde eso sí. Pero es igual. Había que salir a disfrutar y quemar las calorías de esa riñonera barriguil que nos han regalado los Reyes Magos. 

Por fin ha nevado. Ha tardado, pero ha caído nieve a lo grande. Como lo vería nuestro querido director de la DGT para decir que los coches tendrían que llevar un kit de supervivencia que ni los de la UME. ¡¡Qué grande!! Esperemos que cuando vaya por su querida Sevilla, no se le olvide, que allí las nevadas son de órdago.


Pullas aparte, esta ruta le iba a servir a Macksa como bautizo de fuego en el uso de las raquetas. Con eso de que se está jugando ahora el abierto de Australia, el momento era el ideal. La mitad de la expedición no estaba muy convencida, así que Berme, Eska y Belice optaron por ir a las bravas. Si hay un metro de nieve, pues avanzamos nadando que para eso tenemos brazos. Milhouse, Macksa y yo optamos por raquetear. Sin embargo, Milhouse se queda con las ganas. Su bólido le falla y no nos puede acompañar en la ruta. Nos deja abandonados a merced de los elementos.



La zona elegida para la ruta no es otra que la tan mencionada en los susodichos cortes de la AP-6, San Rafael. El fin de semana anterior estuvimos Belice y yo, y aquello estaba espectacular. Además, así matábamos el gusanillo de Eska, que por vudú, maldición o magia negra, no había podido disfrutar en condiciones de una buena ruta por la nieve.

Las altas temperaturas de toda la semana, hacen que se haya derretido buena parte de la nieve, pero aún así hay para meterse hasta el corvejón. Macksa y yo decidimos ponernos las raquetas prácticamente desde el principio. Belice nos indica que eso de las raquetas no la convencen, que lo de la nieve no es para tanto... Ay alma de cántaro, lo que ibas a penar andando por la nieve como si estuvieras pisando uva.




La zona está increíble. Todo el bosque está cubierto de nieve y los árboles nos quitan el viento, por lo que el disfrute estaba asegurado. Las raquetas nos duraron poco, ya que había zonas del camino con menos nieve de la esperada. Belice, continúa diciendo que para qué hemos alquilado las raquetas. Menudo desperdicio de dinero... La venganza se sirve fría...






A medida que ascendemos el espesor de nieve en el suelo comienza a aumentar. En lugar de seguir por el camino, decido cruzar campo a través, donde la nieve no está pisada. ¡Que sufran!. Macksa y yo volvemos a la carga con nuestras raquetas y ahora sí que nos creemos los reyes del mundo. Resoplido tras resoplido, paso a paso, Berme, Eska y Belice tratan de avanzar por  un espesor de nieve que les llega hasta las rodillas. Nosotros apenas nos hundimos unos pocos cm. Belice se agarraba a mí como una lapa intentando que también me hundiera. ¡¡Si es que no se puede hablar!! 








El avance se hace con penuria. A pesar de seguir huellas, no puedes evitar hundirte si no llevas las raquetas. Incluso nosotros en algún momento tuvimos que levantar los pies algo más de lo normal. 









Macksa propone hacer un descanso para avituallarnos. Bueno, no propone, obliga XD. Aprovechamos para hacer buen uso de los huesitos, que habían desaparecido de nuestras rutas hace tiempo. Alguien dijo que eso no era sano. Pffff, ignorantes. Con la sonrisa que te dejan, van a ser malos...







La ruta prevista inicialmente, se nos iba a hacer larga así que decidimos volver una vez llegados a una puerta que había en el camino, que según veo ahora en el mapa, es el límite entre las provincias de Ávila y Segovia. Qué cosas tiene la vida.



Damos media vuelta con el aliciente de que ahora, todo es cuesta abajo y que nos espera la comida. La vida se ve de otra manera con la tripa llena. La bajada es disfrutona. Hasta nos tiramos a probarla cual croquetillas. El momento hambriento es algo que no puede faltar y se ve amenizado por la presencia de un hombre que pasa a nuestro lado y que llevaba sin beber desde que le bautizaron. Madre mía. Qué boca. Bocasecaman no le llega ni a mero aprendiz.







Nos liberamos de las raquetas, y nos tiramos al goce y disfrute del hundimiento en la nieve, eso sí cuesta abajo. No faltaron en la ruta ni los iglús. Tres nos encontramos, con una currada bastante importante. ¡Cómo se lo pasa la gente! Macksa no quiso ser menos. Iglús no, pero aprovechó para tirarse por una cuesta utilizando el chubasquero a modo de trineo XD







La ruta, a pesar de ser corta, apenas 10 km, fue intensa y lo pasamos en grande, poco acostumbrados a estos paisajes invernales. Por cierto, falta la foto del bar, pero no os miento si digo que allí estuvimos. ¡Hasta la próxima!

MAVERICK

martes, 2 de enero de 2018

Cuando en Peñalara reinaba Eolo...

31 de diciembre


Tiempo atrás, hace varios millones de años, cuando aún no existían las montañas madrileñas y Jordi Hurtado daba sus primeros pasos... Uy, perdón, me he ido demasiado atrás en el tiempo. Hace apenas 200 años, el macizo de Peñalara, con sus imponentes alturas, era un territorio inhóspito, únicamente poblado por lobos y buitres. Bestias salvajes, les decían. Territorio totalmente desconocido para el más común de los mortales. Sólo algunos pastores  de la zona desafiaban las condiciones que impone la montaña. Poco tiempo ha transcurrido para que las ovejas, ya sin su pastor, se decidan de una vez por todas a disfrutar de una de las joyas de la corona de la Comunidad de Madrid, y de Castilla y León también 😉.  


El 31 de diciembre, fecha simbólica que nos indica el final del año. Un año bueno o malo, según para quién; y que da comienzo a otro, en teoría, mejor. Como si de una peregrinación a Lourdes se tratara, desde el puerto de Cotos hasta la cima de Peñalara (2.428 m), se extiende una larga serpiente multicolor, para dejar en la cima todo lo malo que hayamos podido tener en el año que pasa y bajar puros y limpios, para comenzar con buen pie el año que se acerca.


Como no podíamos ser menos que los demás, decidimos unirnos a la fiesta. Si ya lo hicimos en Nochebuena, por qué no en fin de año. El panorama es bien distinto. Hoy sí hay bastante gente. La montaña se va a hartar de "purificar" gente. Además hoy, se bautizan en estas lides dos nuevos miembros, Yusus y Ro. ¿Que mejor manera de hacerlo que despidiendo el año en la cumbre más alta de Madrid?

Días atrás ha nevado, pero nieve, al menos en cotas bajas no hay. Sin embargo, hay hielo para dar y tomar. Macksa es la primera en comprobarlo, dando con los huesos en el suelo en el aparcamiento, nada más bajar del coche. Berme y Eska, se unen también a la expedición. Las ansias de Eska por pisar nieve son legendarias. Desde el año pasado, sus botas parecen rehuir la nieve. Belice y Milhouse completan el selecto grupo.



La subida la realizamos por la pista que describe zetas sobre la ladera de la Hermana Menor. Avanzamos con precaución. Las zonas, sobre todo de umbría, están cubiertas de hielo. Tenemos que orillarnos en el camino para poder pisar sobre la nieve. Las vistas desde este punto son impresionantes. Cuerda larga, Siete Picos, La Mujer Muerta... y por debajo todo un mar de nubes. 











Al llegar a la cima de la Hermana Menor, la montaña se encabrita. Al hielo se le suma ahora una brisilla de órdago. Suficiente viento como para poner a alguien en órbita. A medida que subimos se intensifica. ¡Qué sensación! Como si de una expedición al mismo Everest se tratara. 










Pasada la Hermana Mayor, paramos para ver la Laguna Grande de Peñalara. Desde arriba parece un simple charco para patos. Da impresión el simple hecho de asomarse al precipicio, porque una ráfaga de viento puede convertir nuestra salida montañera en una actividad de puenting sin cuerda.



Proseguimos la ascensión. Macksa vuelve a ver de cerca el suelo y Milhouse en su intento de ayudarla, acaba también rodando. Las pezuñas de cabra no funcionaron esta vez. Las rachas de viento, según la predicción, alcanzarían más de 80 Km/h en la cumbre. Vamos, casi nada. A medida que ascendemos, el aire nos castiga lanzando pequeños trozos de hielo en nuestra cara. Puedo asegurar que duele... Muy malo ha tenido que ser este año para que la montaña nos trate así.






En este momento se aprecia el efecto igualador de la montaña en todo ser humano... Todos los del grupo parecíamos cirios, con nuestra gotita de cera cayendo por la punta de la nariz. Alcanzamos la cima, no sin esfuerzo. En ese momento el vértice geodésico se convierte en el centro del mundo y nosotros las personas más dichosas en él. Apenas estamos un par de minutos, pero lo suficiente para que el fuerte viento se lleve el 2017 donde Napoleón perdió el gorro y bajemos purificados. Tan liviano bajo ya, que entre salto y salto, acabo en el suelo. Sin consecuencias.







Hacemos un alto al abrigo de unas rocas para avituallarnos. No podemos tomar el plato fuerte del día. Aún hace demasiado viento. Pero nos sirve para recuperar fuerzas. Si la subida con el hielo era "tranquila", la bajada lo iba a ser aún más. Mejor ser precavidos que acabar con un miembro roto. 




Al alcanzar de nuevo las zetas, el viento desaparece. Con él, desaparece también el hielo de las primeras horas de la mañana, ahora convertido en agua por algún tipo de hechizo. Esta vez sí, la parada es de las buenas. Hasta un roscón de reyes llevamos en la mochila. Somos la leche. Si vamos a pasar penurias, por lo menos habrá que cuidarse. Llegamos abajo sin sobresaltos, excepto Berme, que también quería unirse a la fiesta de los caídos. 












A pesar de todo, para mí, un disfrute total de la ruta. No hay mejor manera para despedir el año y empezar el siguiente limpio y purificado. ¡¡Feliz año nuevo!! 

MAVERICK