martes, 27 de marzo de 2018

Quijorna: Búnkeres, cuevas y cocido

24 de marzo

Arrancamos desde la urbanización Jarabeltrán en Valdemorillo, rumbo a Quijorna, a la cual nos acercaremos por la cañada real segoviana.

Al grupo de Hambrientos habituales que acuden a la cita (Macksa, Berme, Eska, Maverick y Gaia), se suman en esta ocasión dos nuevas incorporaciones. Nescu, el gordito de negro, y Suki, de celeste. 

El recorrido es de 12 km. La idea es acercarse a los búnkeres y cuevas de la batalla de Brunete, de la guerra civil española.

El terreno está algo humedecido por las intensas lluvias de semanas atrás, y en muchos tramos del camino nos encontramos con abundantes charcas de agua. El recorrido, inicialmente, lo hacemos monte a través, nada de caminos o senderos comunes. Únicamente los hemos usado de regreso al pueblo. La temperatura es algo fría, pero como vamos todos bien pertrechados de ropa, caminamos con soltura. Lo que realmente nos molesta en la ruta es el viento, que en algunas ocasiones es muy incómodo, sobre todo cuando llegamos a los altos del terreno.



Pero el entusiasmo de los Hambrientos no conoce límites y nos crecemos ante las inclemencias del tiempo, como auténticos titanes.

Las primeras cuevas del camino, al estar cerca de la urbanización, no están en las mejores condiciones, con grafitis y algo de basura. Pero nos sirven de refugio mientras Maverick nos instruye sobre lo que vamos a encontrar, y se explaya hablando del frente de Brunete y las posiciones de los dos bandos. ¡Qué interesante tener la oportunidad de ver de cerca huellas reales de nuestra historia reciente!






Nuestras risas y charloteos consiguen elevarse por encima del viento, y no amainan ni en los tramos en que las retamas y las zarzas cierran el camino y se empeñan en frenarnos sin éxito. Alcanzamos uno de los primero búnkeres de la ruta. Macksa lo toma al asalto y lo corona. ¿Tendrá que añadir también la escalada a su lista de hobbies nuestra hambrienta más incombustible? Mientras tanto, Gaia y Nescu miran desde dentro del búnker hacia la lontananza, seguros de que las tropas enemigas no llegarán nunca.






En el camino de unas cuevas hacia otras nos encontramos con unos antiguos hornos de cal. Y con el esqueleto de un "bicho", que no supimos qué era. Quizá un corderito o un perro, y que Nescu, haciendo el chorra, lo levanta para fotografiarnos con él.




Las segundas cuevas son espectaculares. Se trata de unas vistosas galerías excavadas entre las calizas y areniscas. No dudamos en entrar con el ansia colgando del frontal. El frontal no es para nada necesario aún, pero a nosotros y a nuestro ansia, nos da igual que nos da lo mismo. El pasillo principal tiene un recorrido paralelo a la ladera, y es bastante abierto, así que el único peligro, más que la pérdida o la oscuridad, son los coscorrones. Gaia lo comprueba con un sonoro trastazo en el melón, sin mayores consecuencias.













Continuamos el camino admirando desde fuera el vistoso aspecto de las cuevas según ascendemos. Tras una parada técnica por gajes del oficio de los cumpleaños infantiles, continuamos la ruta, mientras nos sobrevuela un helicóptero militar. Yo pensaba que eso sólo pasaba en las películas bélicas de sobremesa. ¡Qué oportuno y acorde con la temática del día!


El líder del grupo pauta todo el recorrido, sin opción a la improvisación, o al error. Se nota que este recorrido lo ha hecho anteriormente. Juega con ventaja. Macksa es la que muestra más entusiasmo en la caminata. Quiere entrar en todas las cuevas. Berme y Eska, piano piano, hacen la ruta sin dificultad.










Las terceras cuevas del camino, prometen. Tras una empinada subida, divisamos una entrada bastante estrecha. ¿En serio nos vamos a meter por ahí?
Pues allá que vamos. Nos faltó tiempo para sacar de nuevo los frontales, a los que estas vez sí, les dimos buen uso. Estas cuevas no tienen ventanas al exterior y se articulan en torno a dos galerías principales de las que salen varios pasillos laterales que se ramifican. Tras unos primeros metros de reconocimiento y una caída, comprobamos que los murciélagos han decidido escapar antes de nuestra llegada, dejando algunos discretos restos de su presencia, eso sí. ¡Qué desilusión! Al principio Nescu se limita a apuntar los resaltes del terreno con láser, pero tras unos minutos de aburrida exploración, no puede resistirse, y conecta el modo discotequero del aparatito. Nos venimos arriba. ¡Cómo mola!







Volviendo por la pista y pensando ya en el cocido, Maverick nos tienta con algo que describe como campamento en el plano, y cuya entrada se encuentra a la izquierda del camino. Macksa no duda ni un instante y nos arrastras a todos con su acostumbrado entusiasmo. ¡Aquí no se puede quedar nada sin ver!



Las últimas cuevas no decepcionan. Hacen una especie de U y son igual de oscuras que las anteriores, pero esta vez el aliciente son los pequeños bichinos peludos que nos reciben colgando de los techos. No se inmutan ni por nuestra presencia, por los grititos, ni los flashes de los móviles. Ahí están, tan curiosos y feos ellos, apaciblemente dormidos cabeza abajo. Eso sí, cuando Nescu apunta a uno directamente con el láser, éste recula hacia arriba lentamente como el mismísimo Drácula cuando está siendo molestado en su ataúd. Gaia entra en pánico. Agarra a Macksa y sale pitando, no vayan a empezar a aletear los bichos sobre nuestras cabezas. Más vale prevenir... Salimos contentísimos al exterior. Pocos habíamos tenido la oportunidad de ver tantos murciélagos durmiendo, y mucho menos de hacerles fotos.






En el último tramo de la caminata, nos encontramos con otro antiguo horno de cal. Solo, aislado. Nos llama la atención la cúpula del mismo, a través de la cual entra la luz, pudiéndose ver el cielo desde dentro. Desde aquí, nos dirigimos hacia Quijorna. Un paseo cómodo y llano. En un parque cercano, enfrente del colegio, nos montamos en los columpios como chiquillos.









Estamos relajados y deseosos de encontrarnos con el resto del grupo que no ha ido a la caminata, pero sí viene a catar el cocido. Jornada plena de naturaleza, de aire limpio, de colores variados, pero sobre todo de muy buena compañía. Por cierto, en las fotografías del cocido se ve, que los platos están bien colmados, y que a falta de 4 asistentes, se tuvo que hacer un sorteo para repartir en tuppers las porciones correspondientes. Las agraciadas, Eska, Macksa y Gaia, van a tener cocido para los próximos días.











Un placer y muchas gracias a este grupo de Hambrientos por esta extraordinaria convocatoria. Abajo os dejo el vídeo de la ruta.

SUKI Y GAIA